Casa Solla Poio

Comer en casa Solla es mucho más que una experiencia gastronómica, se puede decir que es un poema de sensaciones que se va hilvanando desde que entras por la puerta de su remozado restaurante, que destila elegancia, minimalismo y buenas vistas, tanto sobre los verdes prados gallegos de su entorno como hacía el interior, hacia la cocina, a la vista en la zona de emplatar gracias a una vidriera de cristal completa. El poema tiene su ritmo, su métrica, su cadencia, y como tal nos van sirviendo los 17 platos de su menú degustación largo, acompañado con hasta cuatro vinos Rías Baixas diferentes en función del plato, y como un poema es mejor leerlo a que te hablen de él, este es el que nos recitaron: Caldo de cocido, cortezas de berza, pan con aceite, **** mary, el huevo que no es, croqueta cremosa de cocido, navajas ligeramente ahumadas sobre una salsa verde de cebollino, gamba en dos cocciones, calabaza queso de cabra y aceituna negra, falsa trufa, merluza sobre una crema de ostras, pepino, mertensia y codium, corneto-vaca-mostaza, perdiz-filloa, tradición-modernidad, quesos, piña colada, cítricos, otoño y chocolates. La coda fue una distendida y agradable charla con Pepe Solla en el salón de la entrada del restaurante, donde tomamos unos deliciosos gin-tonic. Salimos de allí con una sonrisa de oreja a oreja, con la sensación de haber vivido algo que va mucho más allá del simple hecho de comer

De pequeño iba con mis padres a este legendario restaurante cuando había que celebrar algo, y nunca faltaban motivos. Era como algo ceremonioso y muy especial comer en este restaurante y pedir, por supuesto, el soufflé del Solla, que dicho sea de paso, a mí siempre me asustó un poco eso de que traigan a la mesa un plato con fuego... Ahora, con hijos ya creciditos, he vuelto al Solla y la experiencia ha sido fantástica. Ver cómo cocinan para ti a través de la cocina/pecera es impactante. Mientras esperas a que te traigan lo pedido ponen unos aperitivos inverosímiles, aceitunas con textura de galleta, galleta con textura de aceituna ; , en fin, cocina de autor de máximo nivel. La experiencia de comer aquí trasciende un poco a lo que es una comida al uso. La atención es fabulosa y la cocina, pues eso, de autor. Nos quedaron ganas de pedir el menú degustación, prometía. Tan pronto tenga unas perrillas iremos a degustar esos exquisitos bocados. Ni que decir tiene que el local y la cocina han ganado, y mucho, con la nueva generación de Solla. Ah, los postres una locura!!!!!! Y dan menos miedo que el sufflé.

Lo cierto es que merece su fama. Disfrutamos de un menú equilibrado con productos locales y preparaciones de todos los lugares del mundo, aunque manteniendo su esencia gallega. Una sala agradable, bien decorada y con unas vistas interesantes. El restaurante se encuentra a las afueras de Pontevedra o en un sitio un poco apartado. El servicio es excelente. Y pudimos disfrutar de un maridaje de muy alto nivel probando vinos muy interesantes. Aunque el precio es elevado, creo que el menú en general bien lo merece.

Considerado como uno de los mejores restaurantes de Galicia, el espectacular rincón del cocinero José González-Solla rinde culto a la cocina tradicional de la región sumándole toques actuales e innovadores. En un ambiente minimalista donde todos los detalles están cuidados al máximo, platos como Atún rojo macerado en salsa de soja, Vieira en sopa de cebolla, o Bogavante con setas de temporada, dan cuenta de la justificada fama del ineludible restaurante de Poio.

Increíble experiencia en Poio, muy cerca de Pontevedra. El restaurante es moderno donde puedes ver la elaboración de todos los platos. Se puede observar como elaboran esos platos de productos gallegos, dándoles un aspecto minimalista, pero sin ser escasos y de formas novedosas. Sale por unos 90-100 euros por persona. Todo muy bueno y Pepe Solla te atiende personalmente. Son pocas mesas, así que hay que reservar con tiempo. Una maravilla gastronómica. Muy recomendable.